DE ROMAY A FEIJOO, 35 AÑOS CONSTRUYENDO EL RELATO DEL TERRORISMO INCENDIARIO
En el verano de 1990 en el ejercicio de mis funciones periodísticas empecé a escuchar, de forma más o menos repetida y vehemente, aquello de los “terroristas ambientales”(y sus sinónimos), en referencia a los que “le provocaban” incendios a la entonces Xunta de Galicia, que casi estrenaba Manuel Fraga. El relato se construía desde los despachos de la Consellería de Agricultura, al frente de la que se encontraba José Manuel Romay Beccaría, con el argumentario “técnico” de su director general de Montes, el Ingeniero Carlos de Álamo (luego flamante caso de “puerta giratoria” en ENCE, junto a la ex ministra de medioambiente Sra. Tocino). Pocos meses después, un joven Alberto Núñez Rodríguez Feijoo era incorporado a la Secretaría Xeral del mismo departamento. Ese verano de 1990 ardieron más de 51.000 hectáreas en Galicia en 4.000 incendios, una cuarta parte de lo ardido en toda España; algo más de otra cuarta parte se calcinó en Castilla-León donde fallecía una agente forestal (Fuente: LOS INCENDIOS FORESTALES EN ESPAÑA DURANTE 1990 – ICONA). El informe del Instituto refleja que: “en el cuadro 30 se recogen las motivaciones identificadas en incendios clasificados como intencionados, lo cual ha sido posible solo en el 27 % de estos. Las quemas de pastos aparecen como las más citadas 47,6 %. Los pirómanos, es decir personas que incendian para destruir son citados en el 23 % de los casos”. Ninguna referencia a tramas ni organizaciones criminales que sí se incorporan al discurso político. Lo que sí se escribe y escucha mucho, en medios de comunicación locales, son referencias al loco del pueblo, a rencillas, a cambios de uso de la tierra... en los que el mechero sale del bolsillo con una facilidad pasmosa. Ese mismo verano del 90, Serrat cantaba el popular “TODOS CONTRA EL FUEGO” para un spot televisivo: “esta obra de siglos, es para tus hijos, y la tienen que heredar”. Una gran parte de herencia son ahora monocultivos de eucalipto o pino que vuelven a arder.
En un artículo de opinión, en La Voz de Galicia el 21 de mayo de 2002 (con su otrora Director Xeral elevado ya a Conselleiro de Medioambiente),José Manuel Romay Beccaría hacia un repaso de su gestión y herencia en la lucha contra incendios, y concluía que la responsabilidad recaía principalmente en “organizaciones incendiarias”; afirmación que tras un desastroso verano, calificaría de “terrorismo incendiario”, señalándolo como el gran factor sino el único responsable de que el monte gallego ardiese. Desde entonces hasta hoy los sucesivos conselleiros de medio rural o medio ambiente y por supuesto los presidentes han reproducido el mismo discurso, empezando por su “hijo político” Alberto Núñez Feijóo (desde su “trama organizada” de 2017 hasta el “terrorismo ambiental” organizado, de estos aciagos días de 2025) y su sucesor Alfonso Rueda. Han comprado literalmente el relato, en un ejercicio extrapunitivo y manipulador que falsea la realidad. Lo mismo ocurre, paradójicamente, en otras comunidades lideradas por gobiernos conservadores, como Castilla – León. Ese discurso, probablemente por aquello de que “la media verdad, varias veces repetida se convierte en verdad”, es comprado y reproducido incluso por personas a las que se les presume una cualificación medioambiental. Esta semana podíamos leer a todo un divulgador como Jesús Calleja generalizando y pidiendo que la ley cambie para tratar a “estos sujetos como terroristas ambientales”. No delincuentes: directamente terroristas, sin matices, sin explicaciones… la sociedad asume así, desde la rabia y la impotencia, un relato político manipulado y generalizador, que no distingue entre imprudencias o accidentes en tareas agrarias, pirómanos, incendiarios, brigadistas (o madres de) con miedo a perder el puesto de trabajo, intereses económicos, vengativos vecinos o enfermos mentales (entre otros). La fiscalía abrió sendas investigaciones “generales” sobre la cuestión desde entonces, concluyendo en ambas la inexistencia de tramas criminales organizadas ni de terrorismo incendiario, otra cosa es la intencionalidad de algunos autores, y sus motivaciones.
Pero aquel lejano ya, discurso del verano del 90 y el relato fabricado durante la década siguiente, sirvieron a Romay Beccaría y a sus sucesores para emprender una desbocada carrera de inversiones en extinción, que al poco tiempo sería calificada como “el negocio del fuego”, que supuso la práctica erradicación de políticas, y partidas presupuestarias destinados a prevención…curiosamente a la par que crecía la superficie de monocultivos de eucalipto y pino, perdiéndose la configuración de mosaico del ecosistema gallego y las discontinuidades forestales… todo ello sin que consten reacciones (numerosas) en aquel momento, de la mayor parte del colectivo de los ingenieros forestales, compañeros de armas del entonces director general y después Conselleiro.
No, el fuego no es obra de "terroristas ambientales". Como recuerda Greenpeace: “los datos son muy tozudos, los incendios provocados con ánimo de hacer daño son una minoría, casi el 70 % de los incendios forestales se deben accidentes y negligencias. Entre los incendios intencionados una gran parte, no tenía ánimo de hacer daño, sino que encontramos sobre todo quemas agrícolas para regenerar pastos y otros usos del fuego. El vandalismo solo aparece detrás de un 7 % de los incendios forestales y la piromanía en otros 7 %”. Sostiene esta organización que antes de inventar chivos expiatorios, los políticos deben asumir su responsabilidad, su nula gestión del territorio, su renuncia a crear paisajes discontinuos… resultando estos inmaduros, llenos de combustible y sin los cortafuegos naturales de un paisaje mosaico. En lo que va de verano, se multiplican los incendios en los que ha habido identificación positiva de presuntos autores, manejando máquinas que cometieron una imprudencia y fueron el origen de un incendio. Por cierto, en esta intencionalidad, las últimas investigaciones apuntan claramente a la incorporación de un nuevo perfil: contándose por decenas las “gamberradas” juveniles que terminan en un incendio.
Tener a mano un chivo expiatorio “indeterminado” y anuncios efectistas (inversiones millonarias) se han convertido en lo más destacado de la política en materia de incendios... No pierdan el tiempo en buscar la explicación del ¿por qué los políticos prefieren apagar que prevenir?: tendríamos que recordar que el ejercicio de la actividad política es (desafortunadamente) cortoplacista, sujeta a procesos electorales (cada cuatro años) y a la “dictadura” de la actualidad… y agravada por una claudicación evidente ante el “negocio del fuego” que además permite dar la impresión de que se hace mucho. Las inversiones millonarias en equipos de extinción alimentan “el negocio de la extinción” y tranquilizaban (antes) a la ciudadanía… Y dado que los recursos son finitos y los resultados de la prevención sólo se aprecian a medio y largo plazo, la razón por la que los políticos solo apuestan por la extinción es evidente.
Lo último de los políticos, tras lo de hablar de la delincuencia organizada en un discurso que tiene ya 35 años de rancia antigüedad… es invocar la sensibilización social. Pero no, no va a ser por sí solo el “bálsamo de fierabrás”. Las tareas de sensibilización social desafortunadamente tienen un límite de éxito en determinadas zonas, como se ha venido demostrando (tras años de desarrollar acciones) en las zonas de “alta actividad incendiaria” de Galicia. A pesar de los programas, campañas… que se vienen desarrollando intensamente en esas comarcas, arde sobre ardido. Ayuda a ello el alto grado de inutilidad que estamos alcanzando en materia de investigación y sanción. Solo 1 % de los incendios provocados acaba con sus presuntos autores en los tribunales, y las sentencias condenatorias no llegan ni a ese porcentaje. De 800 fuegos del último año en Galicia, solo siete acabaron con la investigación en los juzgados. El dato es demoledor. Claro que tampoco ayuda la ausencia de una política de gestión forestal sostenible.
Pero hasta las campañas de sensibilización ciudadana tienen que actualizarse: ecologistas en acción pide campañas más duras y “crueles”, al estilo DGT de Navarro suponemos. Otros como Greenpeace o Galicia Ambiental creen que son necesarias también, pero “sectorializadas” y debidamente construidas argumentalmente para llegar a escolares, agricultores, urbanitas, etc… Galicia ambiental advierte además de los riesgosde la “infoxicación” (demasiados ecos y pocas voces cuentan lo esencial de lo que está ocurriendo): telediarios o programas de radio dedicados durante horas, casi monográficamente, a la misma noticia… pero poca información de utilidad pública: local y comarcal, inmediata, de servicio público (tras el gran apagón…¿se han olvidado que la radio es fundamental?). Radio local y SMS de Protección Civil son de los pocos medios que permiten, en tiempo real, avisar a conductores, agricultores y ciudadanos de un área afectada y conocer los riesgos para evitarlos; y en esto tiene mucho por mejorar la autoridad en materia de protección civil (no sólo se trata de evacuar). El PLADIGA se centra en la organización y procedimientos para la prevención y extinción del fuego… pero no está a la altura en lo relacionado con la prevención y atención a la población.
“A distinguir me paro las voces de los ecos” decía Machado en “Retrato”. No contribuyamos a convertir en verdad una mentira, siendo eco en lugar de voz.
Benito García Carril
Presidente
Asociación Galicia Ambiental
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