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Luces y sombras veinte años después de la catástrofe del Prestige

Un 8 de noviembre como hoy hace veinte años, un barco de nombre Prestige afrontaba la travesía del Mar del Norte hacia el Canal de Lana Mancha, procedente del Báltico y destino a Gibraltar (aunque el puerto de destino era Singapur), después de cargar más de 51.000 toneladas de fuel en San Petersburgo y completarla en Letonia hasta llegar a las 77.000 que llenaban sus bodegas. Luego de este viaje, le esperaba el desguace en el Índico. El capital Efftrapios había renunciado a seguir en su puesto por el mal estado del buque y Mangouras fue convencido para asumir una capitanía que ya había ostentado. Los últimos años, el barco no pasaba de ser una gasolinera flotante. El temporal en el Atlántico comenzaba a manifestarse y el Prestige tenía una de sus “caras” debilitada por reparaciones de baja calidad. Este fenómeno climático hizo que se abriera una vía de agua. El 13 de noviembre de 2002, el “endeble” buque Prestige se accidentó en una tormenta (sobradamente advertida) mientras transitaba cargado con 77.000 toneladas de fuel óleo frente a la Costa da Morte. A las 15:15 llegaba la primera alerta por radio, estaba a 50 km de Fisterra. Tras varios días de maniobra para su alejamiento de la costa gallega, se hundió seis días después a unos 250 kilómetros de la costa. El vertido de fuel causó una de las mayores catástrofes ecológicas y medioambientales de la historia de España, tanto por la cantidad de contaminantes liberados cómo por la extensión del área afectada. El denominado chapapote inundó playas y obligó a prohibir la pesca durante meses en casi 1.000 kilómetros de litoral. El Prestige era un petrolero monocasco, propiedad de armadores griegos con bandera de conveniencia de Bahamas. El barco había sido construido en Japón justo 26 años atrás y reparado en un astillero de Cosco / Cantón - China en el 2001 (al parecer con materiales de peor calidad que los que conformaban la ya desgastada estructura). En el momento de la alerta presentaba una vía de agua en dos tanques de estribor; y una escora de 45 grados que fue corregida por el capitán llenando de agua para estabilizar, en vez de hacerlo con un trasvase de crú entre taques. Solo nueve años atrás se había producido el desastre del Exxon Valdez en Alaska y Estados Unidos había endurecido las normas de comercio y tráfico marítimo de hidrocarburos. De hecho, alguna de las inspecciones de los guardacostas había tocado al Prestige en puertos cercanos a Nueva York, sin novedades ni riesgos especiales detectados. Enrique López Veiga, exconselleiro de pesca de Galicia, explica en una reciente entrevista la decisión de alejar el buque de la costa, indicando que en un barco lleno de petróleo, lo primero que hay que hacer es procurar que no embista. Jose Luis López-Sors, que era director general de la Marina Mercante en el Ministerio de Fomento, defendió la postura de López Veiga. Es cierto que también se contemplaba la opción de descargar el Prestige en un puerto, mas no tuvieron (dicen) ninguno para hacerlo. Sin embargo, la razón que dieron los dirigentes para tomar esta decisión chocó con la opinión de otras testigos. El periodista Gonzalo Cortizo afirmó que la presión electoral por las elecciones municipales tuvo mucho que ver con que nadie se atreviera a llevar el Prestige a un puerto seguro. En este sentido, para los responsables de Fomento primó la hipótesis de que el buque estaba condenado al hundimiento, aunque los técnicos enviados a bordo habían considerado lo contrario. Así lo afirmaron en una sesión del juicio en 2012. Pedro Luis Sánchez, que era jefe del Centro Nacional de Coordinación de Salvamento, reconoció que era partidario de llevar al buque a una zona de refugio, pero nunca comunicó esas alternativas a López-Sors, quien se quejó en el juicio de que nadie se lo sugiriera. Activismo medioambiental El vertido provocó la creación de la Plataforma Nunca Máis el 21 de noviembre de 2002, un movimiento popular que organizaron los voluntarios en la limpieza de las playas y en la recuperación de las aves (en los nueve meses posteriores se recogieron alrededor de 17.000 aves muertas). A través de numerosas movilizaciones por las ciudades gallegas, los manifestantes reclamaron que Galicia fuera declarada “zona catastrófica” y se activaran las ayudas económicas y recursos de todo tipo para recuperar la zona, limpiar el vertido y compensar a los sectores afectados. Además, se pidieron medidas de prevención contra futuros desastres y condenas para los responsables del Prestige. Nunca Máis aglutinó desde su fundación la respuesta ciudadana al desastre ecológico y a la gestión llevada a cabo por los diferentes gobiernos responsables, movilizando a más de 300.000 personas al mismo tiempo en diferentes puntos del país. Según la propia plataforma, “en Nunca Más está representada la sociedad civil gallega a través de más de 200 asociaciones y colectivos de diverso tipo: cofradías de marineros, asociaciones culturales, políticas, ecologistas, vecinales, sindicales, productores y comercializadores de pescado”. Así, Galicia reaccionó masivamente ante la catástrofe y creó esta iniciativa para exigir responsabilidades políticas al gobierno autonómico y al estatal, además de la Unión Europea. A pesar de todo, diversos expertos reconocen que la tragedia y el activismo ambiental que despertó el desastre del Prestige fueron “flor de un día”. Según Carlos Ferrás, profesor de Sociología en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), el Prestige supuso una oportunidad para promover culturalmente a Galicia en relación al valor de su naturaleza. Sin embargo, los incendios, la proliferación del eucalipto, la sobreexplotación de los recursos marinos y el envejecimiento demográfico (entre otros) “van en la dirección contraria”. A pesar de que el suceso derivó en la toma de conciencia del valor medioambiental de las rías, no fue suficiente. Ferrás indica que hoy existe un olvido a nivel político, a pesar de que aquello pudo ser el comienzo de un proyecto basado en un modelo de desarrollo ecológico. En este sentido, José Durán, profesor de la Universidad de Vigo, advierte que todo aquello que no se conmemora ni se celebra periódicamente acaba desapareciendo de la memoria colectiva. Consecuencias que perduran en el tiempo Aunque pasaron dos décadas del desastre del Prestige, sus consecuencias perduran en Galicia debido a los innumerables efectos ambientales del chapapote esparcido por toda la costa. En 2020, hasta un total de 10.000 toneladas de residuos permanecían sin tratar después de 18 años, almacenados en una balsa de aguas pluviales, en la planta de desechos industriales de Somozas (A Coruña). Su pervivencia fue plasmada en el proyecto presentado por la empresa Sogarisa para la construcción de una nueva escombrera para residuos especiales. Esta situación es un ejemplo del poco que se avanza en materia de gestión de residuos y de las consecuencias que esto tiene para el medio ambiente. Sogarisa es la entidad concesionaria de la explotación, mantenimiento y conservación del Centro de Tratamiento de Residuos Industriales de Galicia (CTRIG), una infraestructura pública titularidad de la Xunta, situada en el Ayuntamiento de As Somozas. La empresa fue denunciada en ocasiones por contaminación, siendo acusada de no evitar la propagación de los productos utilizados en sus operaciones fuera de las instalaciones, desatendiendo las medidas de seguridad. La Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (ADEGA) ya denunciaba en el año 2009 que esas toneladas de residuos recogidos tras el accidente del Prestige en las costas gallegas continuaban acumuladas en la planta de Sogarisa sin ser tratados. Además, alertó que, tras la catástrofe, las rías producían cada vez menos. Así, la asociación ecologista acusó a la Xunta de “mirar para otro lado y eludir responsabilidades”, al tiempo que pedía un final al tratamiento, en el que únicamente se recicla el 3 por ciento de los residuos recogidos, mientras que los restantes van principalmente la incineración. De hecho, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha admitido que pudo haber errores en la gestión del hundimiento del Prestige. Veinte años después del siniestro, en la comparecencia de prensa posterior al Consejo de lana Junta, Rueda fue preguntado por cal es su percepción actual de la gestión del hundimiento del buque y reconoció que se pudo cometer "errores", pero también considera que se "aprendió" de los mismos. Por otra parte, varios abogados implicados en el caso del Prestige expresan dudas sobre la posibilidad de que llegue a buen término el pleito que mantiene España con la aseguradora del buque, una reclamación que asciende a 885 millones de euros. Los letrados defienden las actuaciones judiciales llevadas a cabo hasta ahora, dando lugar a que los daños de la catástrofe fueran asumidos por la armadora y la aseguradora. Sin embargo, advierten de un futuro incierto e impredecible en relación al pleito. En este sentido, el abogado Ramón Sabín defiende que la vía penitenciaria (que fue la escogida) fue la idónea. También coincide Pedro Trepat, letrado de Nunca Más, que recalca que el proceso que enfrenta el estado español con la aseguradora es “bastante complejo”.

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