Inexactitudes y asignaturas pendientes en torno a los incendios forestales
El fenómeno de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ambientales que sufren nuestros montes. Según datos de Greenpeace, en lo que llevamos de 2022 ya han ardido más de 200.000 hectáreas y se contabilizan 30 Grandes Incendios Forestales en España. El fuego se ha convertido en una gran amenaza que en más de un 96% de los incendios de causa conocida en nuestro país está ocasionada por el ser humano. Pese a todo, aún perviven ciertas inexactitudes que dificultan la búsqueda de soluciones efectivas y desvían la atención de las verdaderas causas del problema de los incendios. Por su parte, también hay una serie de asignaturas pendientes relacionadas con este gran desastre medioambiental.
Decálogo de inexactitudes
1. Los incendios se apagan en invierno. Se trata de una expresión que sirve para ilustrar que no se puede poner la mayoría del esfuerzo presupuestario en la extinción de los incendios, sino que hay que abundar en políticas de prevención de incendios no etsacionales y la necesidad de tener profesionales trabajando durante todo el año. En este sentido, Greenpeace recuerda que la extinción no resuelve el problema, por lo que hay que invertir en prevención. Este problema ha provocado que los expertos reclamen que no les envíen más medios para la extinción, sino que reclaman que se trabaje en construir (mediante la gestión forestal) otros tipos de paisaje menos proclives a los grandes incendios.
2. Los incendios se producen porque los montes están sucios. Greenpeace indica que los bosques no son parques ni jardines y, por lo tanto, no “están sucios”. Una parte de nuestros ecosistemas forestales están dominados por los árboles, pero son ecosistemas complejos donde también habitan especies herbáceas, matorral, arbustos, ramas y troncos caídos… Cuanta mayor es esta diversidad, mejor es el estado de conservación del bosque. Gran parte de nuestro paisaje forestal es producto de muchas intervenciones humanas, por lo que cuando se habla de “limpieza”, lo adecuado sería hablar de gestión forestal y medidas de ordenación de los espacios forestales.
3. La culpa es de los eucaliptos.El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) afirma que esta afirmación no es cierta. A pesar de que el eucalipto faciita la acumulación de hojarasca y desprende aceites inflamables que hacen que la especie arda bien, “entran en juego otros muchos factores”. Por ejemplo, Ourense, provincia que lidera la clasificación en número de incendios cada año, apenas tiene eucalipto. La organización recalca que la inflamabilidad de una masa forestal no depende de la especie, sino principalmente de su estructura. Por este motivo, no se puede culpabilizar al eucalipto o al pino de lo que está sucediendo, pero sí se puede “acusar al modelo territorial y a la ausencia de políticas que aborden una planificación coherente del paisaje. Repoblaciones de eucalipto o pino, abandono y clima son una combinación fatídica”.
4. Es necesario aumentar las penas por delito de incendio forestal. Si bien hay que enfatizar la alta intencionalidad detrás de los incendios forestales (que hay que investigar, enjuiciar y condenar), “es un error mayúsculo pedir el incremento de las penas”. Greenpeace resalta que el código penal nunca es la solución, y más aún en el complejo entramado de razones que llevan a muchas personas a hacer uso del fuego en el medio natural. WWF recuerda que la lesgislación establece penas de hasta 20 años para los autores de incendios, “pero el gran reto al que nos encontramos es judicial, porque hay que incrementar el porcentaje de identificados y condenados por prender fuego”.
5. Los incendios son terrorismo ambiental.WWF indica que conceptos como “terrorismo incendiario” se repiten recurrentemente cuando se produce una oleada de incendios. Los informes de la Fiscalía (tanto en 2006 como en 2017) concluyen que no existen evidencias de tramas criminales complejas ni organizaciones que actúen de forma coordinada y planificada. Sin embargo, advierten de una elevada intencionalidad, muchos descuidos y problemas vinculados al medio rural que acaban en incendio. Así, “atribuir estos episodios a una trama incendiaria organizada contra la que nada puede hacerse es simplificar un problema mucho más complejo para calmar conciencias y eludir responsabilidades para abordar los problemas reales que tiene el territorio”.
6. Los incendios son provocados para urbanizar. Otra de las inexactitudes en torno a los incendios forestales es la de que la culpa de los incendios forestales es la reforma de la Ley de Montes de 2015. WWF indica que se trata de un “bulo” que se ha extendido a través de las redes sociales y que tras el incendio de Doñana en junio de 2917 alcanzó su máximo exponente. Desde que se aprobó esta normativa no se ha realizado ninguna obra pública ni se han demostrado intereses especulativos en la zona quemada. A pesar de que WWF se opuso desde el principio a esta reforma de la Ley de Montes por considerarla innecesaria, deja bien claro que los incendios del noroeste ibérico, de España o de Portugal no están vinculados con la especulación urbanística o la recalificación de terrenos.
7. Los ecologistas ponen trabas y también son culpables. Es un error referirse a las políticas ambientales o de protección de los recursos naturales como “nuevas modas”, tal y como señaló Juan Carlos Suárez Quiñones, consejero de Medio Ambiente de Castilla y León. En este sentido, Greenpeace ha afirmado que se trata de un argumento que intenta tapar los errores y la falta de previsión lanzando acusaciones infundadas, lo que no ayuda en absoluto a solucionar el problema.
8. La única solución es repoblar. A pesar de que los bosques y los árboles son un elemento necesario para combatir el cambio climático y mitigar sus peores impactos, Greenpeace recuerda que la solución no es plantar árboles ni sembrar semillas de manera masiva sin criterios claros. Así, es necesario “focalizar nuestras actuaciones en la importancia de una gestión forestal de masas existentes, una planificación de actuaciones, criterios definidos de selección de especie (climáticos, edafológicos, orientación, etc.), de otra manera contribuirán más al problema al sumar combustible para el fuego”.
9. Los ciudadanos no podemos hacer nada para prevenir los incendios forestales. Según los datos de WWF, el 96% de los incendios están provocados por el ser humano. Por ello, “podemos hacer mucho para evitarlos”. Pese a que las comunidades autónomas son las que tienen la competencia en materia de prevención y extinción del fuego, cualquier ciudadano puede formar parte de la de prevención incendios forestales mediante acciones como: evitar dejar basuras en el monte; no tirar colillas ni fósforos; no encender fuego en el monte; y no utilizar herramientas que pueden generar chispas.
10. No hay que preocuparse, los bosques se regeneran solos. Existe la falsa creencia de que no es necesario preocuparse por las consecuencias de los incendios forestales ya que los bosques se regeneran solos. En este sentido, WWF advierte de que la gran cantidad de incendios impide la regeneración natural de los bosques. De hecho, lo que el fuego quema en unos días puede tardar más de un siglo en recuperarse.
Decálogo de asignaturas pendientes
1. Prevención real y eficaz durante todo el año. La extinción de incendios debe seguir desempeñando un papel fundamental en la lucha de este problema medioambiental, pero no debe dejarse a un lado la prevención. Según WWF, las actuales políticas de lucha contra los incendios están “inexorablemente destinadas al fracaso”. La organización resalta que estas medidas buscan priorizar avanzados dispositivos de extinción, ignorando los efectos del calentamiento global y la acumulación de combustibles a escala de paisaje. Así, en los prespuestos públicos apenas hay cabida para una prevención real y eficaz que persiga minimizar los impactos de los incendios. Además, los incendios forestales no son un fenómeno del verano, pues se han convertido en una amenaza global que se extiende a los 365 días del año.
2. Concienciación de la población. De cara a reducir la siniestralidad, Greenpeace recuerda que es fundamental que la población tome conciencia del riesgo que suponen los incendios forestales para el medio ambiente y para la salud. Por ello, es imprescindible que la ciudadanía extreme las precauciones y se busquen alternativas al uso del fuego, haciendo también un mayor esfuerzo en la persecución de las personas que queman el monte. Greenpeace trabaja para promover un cambio de mentalidad de manera que la población “perciba el riesgo, asuma su responsabilidad y se organice para prevenir y mitigar los incendios”.
3. Planificación urbanística efectiva. La planificación urbanística debe tener en cuenta el riesgo de incendio, de forma que se limiten cierto tipo de urbanizaciones que son muy vulnerables al fuego y que suponen un riesgo para la población y nuestros bosques. Pese a que las condiciones meteorológicas tienen mucho que ver, existe un modelo teeritorial donde no hay ni gestión ni planificación. Por este motivo, la planificación del crecimiento urbano debe tener en cuenta factores como la proximidad del monte y la dirección de los vientos para evitar incendios forestales.
4. Identificación de las Zonas de Alto Riesgo de incendios. En relación con las labores preventivas, la identificación de las Zonas de Alto Riesgo de incendio (ZAR) constituye un elemento muy importante para reducir considerablemente el impacto de los grandes incendios. Por este motivo, WWF indica la importancia de que las administraciones, tal y como exige la Ley de Montes, “apuesten por conocer con detalle, en cada región, qué zonas sufren una mayor probabilidad de que se inicie un incendio y qué paisajes son más vulnerables a sufrir consecuencias especialmente graves desde el punto social y ambiental”.
5. Entender la intencionalidad. El 53% de los siniestros son intencionados, por lo que está presente la existencia de graves conflictos sociales y económicos que continúan sin ser resueltos. WWF apuesta por entender qué hay detrás de esa intencionalidad, y hacerlo “entendiendo las problemáticas y casuísticas sociales y territoriales, de manera que se puedan poner en marcha acciones eficaces para evitarlo”. Existen diversos conflictos sociales en el medio rural que es necesario conocer y solucionar.
6. Condiciones laborales de los trabajadores forestales. Los trabajadores del sector forestal son imprescindibles para mantener nuestros bosques en buenas condiciones, pero no tienen un reconocimiento profesional y económico en relación al trabajo que desempeñan. En este sentido, los profesionales de esta área deben tener unas condiciones dignas, unos puestos de trabajo seguros y unos contratos que no sean temporales. La temporalidad de los contratos viene dada por la falsa creencia de que solamente hay inicendios en la temporada estival. Las labores preventivas son imprescindibles durante todo el año, por lo que los contratos de los trabajadores forestales deberían ser indefinidos.
7. Combatir el cambio climático. El cambio climático ejerce un control cada vez mauor sobre la meteorolgía de los incendios y la superficie quemada, cambiando la actividad de los incendios. Esta situación debilita y estresa a los bosques, aumentando así la cantidad y la continuidad de vegetación seca (y, por ende, su inflamabilidad y combustibilidad). Según los expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU, el cambio climático desempeñó un papel clave en la propagación de los fuegos y el área mediterránea es una de las zonas más vulnerables a nivel mundial. Los gobiernos deben acelerar la transición energética hacia un futuro libre de combustibles fósiles con políticas de fomento de las renovables y del ahorro energético.
8. Despoblamiento y envejecimiento rural. Estas cuestiones, sumadas al cese de actividades agrarias tradicionales, la ausencia de aprovechamientos forestales y de políticas que gestionen el territorio han transformado drásticamente el territorio, aumentando la superficie forestal. Sin embargo, este aumento no se traduce en el aumento de bosques sanos. El despoblamiento y el envejecimiento rural provocan efectos negativos en la biodiversidad por la fragmentación de hábitats y la eliminación de los corredores naturales.
9. Sequía y desertificación. Los incendios forestales también son responsables de estos dos fenómenos, que se suman a la degradación del suelo. Las sequías afectan a todas las regiones de España y es una de las amenazas más visibles del cambio climático en el país, ya que en la actualidad el 75% de la Península Ibérica es territorio extremadamente seco. Por su parte, España es el segundo país son más superficie forestal de la UE, pero hay más de 370.000 kilómetros cuadrados en riesgo de desertificación.
10. El papel clave de los medios de comunicación. Greenpeace recuerda que los medios de comunicación son el primer canal de información de la población sobre incendios, teniendo un papel imprescindible ante este problema. De esta manera, resulta muy importante asegurar una cobertura adecuada de los incendios forestales, informar correctamente, concienciar a la población y contribuir a focalizar la narrativa hacia las soluciones.